En tiempos donde la política parece más un campo de batalla que un espacio de propuestas, desde esta tribuna editorial queremos dejar algo claro: no apoyamos a políticos envidiosos. No apoyamos a quienes necesitan atacar a otros para hacerse notar, a quienes difaman, calumnian o repiten discursos ajenos sin convicción ni conciencia.

El pueblo ya está cansado de los espectáculos baratos, de los insultos disfrazados de debates, de los juegos mentales que solo buscan confundirnos. Si para ganar necesitas destruir la imagen de tu adversario, entonces no tienes nada que ofrecer. Si tu discurso se basa en el desprestigio, en lugar de en una visión de país, no mereces un voto.

Queremos líderes que usen sus cuentas oficiales y sus entrevistas para hablar de planes, de futuro, de reformas reales. No más de lo mismo. Si dices ser diferente, haz política limpia. Que tus ideales hablen por ti. Que tu trabajo sea tu carta de presentación, no tu lengua afilada.

El silencio, a veces, dice más que un ataque. Callar ante la provocación no es debilidad, es madurez. El pueblo quiere ideas, no peleas. Queremos proyectos, no insultos. Si quieres nuestro voto, construye con propuestas, no destruyas con palabras.